37 Años con Diabetes
Conoce la historia de una mujer que sabe llevar con gratitud este padecimiento. Ejemplo para quienes llevan la carga de ser paciente de esta enfermedad.
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37 Años con Diabetes

37 Años con Diabetes

Cumplo años el 13 de junio. Hace casi 37, mi madre corría al hospital con 7 meses de embarazo para depositarme bajo el calor de un foco chicharronero en el área de incubación del Hospital del Carmen. La incubadora me hospedó otro mes y medio y, diminuta y espantosa, pasé los siguientes seis años sin muchas más novedades que las alegrías y angustias que proporcionamos los hijos primerizos a nuestros padres. En el verano del 89, hace 30 años, fui diagnosticada con diabetes

De ese verano recuerdo cosas muy puntuales. La verdadera angustia se la llevaron mis padres. Recuerdo la azucarera de barro de la despensa. Ya con el azúcar topando en los niveles de “por piedad llévenla al hospital” consumía cucharadas soperas de sacarosa refinada que me tumbaban en un sillón del que recuerdo el olor.

Recuerdo la tapa del bote de miel de la barra del hospital al que me llevaron cuando mi abuela dijo que parecía una calaca ojerosa de Biafra y, que fuera lo que fuera, requería análisis. Análisis que no dejaron duda de que los 600 de azúcar en sangre eran un indicador infalible de una diabetes mellitus tipo uno que duraría para todo el siempre que habría de ajustar en una vida.

Recuerdo los cachetes del primer endocrinólogo y el tapete del segundo endocrinólogo y la manera en que meneaba la insulina el tercer endocrinólogo y el balcón del hotel de Houston al que fuimos con la esperanza frustrada de que en los Estados Unidos tuvieran otra respuesta. de Houston también recuerdo la luz blanca del paradisiaco pasillo de Toys“R”Us, y el Ferrari de Barbie que me compró mi abuelo para consolarme de la tragedia que según él me azotaba, y que yo experimentaba como una extensión de las vacaciones del verano.

He visitado muchas salas de urgencias, haciendo panchos fenomenales, gritando al borde de una cetoacidosis que la única droga que había consumido eran pastillas anticonceptivas. Me he convertido en una experta en páncreas, tiroides, retinas, riñones, hormonas, berrinches, glucosa, hipoglucemia, hemoglobina, endocrinólogos, glucómetros, dramas, sacarina, cetonas, dietas, nutriólogos, psicólogos, fármacos, chayotes, curanderos, restricciones, carbohidratos, lípidos, neuropatías, cardiopatías, colesteroles, y demás.

De los años que siguieron no vale la pena hablar. Son demasiados. Además de la diabetes, he pasado por trastornos mentales ridículos e histéricos: desde la distorsión corporal hasta las visitas desesperadas al doctor con toda clase de males inventados, convencida de estar transitando por los últimos minutos de mi vida y recibiendo respuestas como: señorita no es infarto sino ansiedad o el cáncer de estómago que siente son los nervios que trae de punta.

He vivido esto, ,y todo, con un protagonismo descarado cuyos estragos merecen muchas disculpas, pero ha sido, sobre todo, la tarea más importante de mi ya nada corta vida. Hoy festejo mi trayectoria diabética con mucho agradecimiento, entre otras cosas, por haberme simplificado los retos de la compleja existencia. Mantén el azúcar entre 80 y 140 y todo lo demás es gratis.

Mariana Coppel Ochoa